Érika Maza Hernández / Can Cat
FB @Can Cat / @Can Cat Extraviados
Todavía recuerdo, como si fuera ayer, la muerte de mi perro Bogar. Hace ya más de diez años. Antes, había tenido otras mascotas que, por diversas circunstancias, también murieron. Pero por la madurez de la edad, de mi plena conciencia de lo que significa la responsabilidad de un animal de compañía, por el apego y, por supuesto, por las experiencias y aventuras vividas con él, fue la primera vez que experimenté el dolor de su pérdida de la misma manera en que se experimenta la muerte de un familiar o de cualquier persona a la que se le quiere. Muchas personas creían que estaba exagerando pero la realidad es que quienes amamos a nuestras mascotas y hemos pasado por esta situación sabemos que las emociones que se despiertan pueden ser bastantes complicadas y difíciles de sobrellevar.
A pesar de que cada vez es más común la forma en que consideramos a nuestras mascotas como parte de nuestra familia el tema de la muerte animal aún es un tema controvertido y con diversas opiniones: mientras que para algunos de nosotros significa un gran dolor, para otros es difícil conceptualizar que un ser no humano provoque un proceso de duelo. Es común escuchar frases como “solo era un perro”, “ya conseguirás otro”, “no es para tanto”, que lejos de ayudarnos solo invalidan nuestros sentimientos ante un proceso de pérdida.
Muchas veces, las personas nos sentimos culpables al confesar que hemos llorado más la pérdida de un animal de compañía que la de algún familiar o amigo. Quizás, si fuéramos más conscientes de lo fuerte que puede llegar a ser el vínculo emocional entre nosotros y nuestras mascotas aceptaríamos mejor ese dolor.
Pero, ¿es normal sentir esa tristeza? Sí. Es bien sabido que a lo largo de muchos años las interacciones con los animales forman parte de la esencia humana y con los que, en la mayoría de los casos, desarrollamos vínculos afectivos y amistosos. Quienes vivimos con un animal sabemos el afecto que se genera, especialmente cuando se tiene la oportunidad de interactuar con él (a través de caricias, paseos, cuidados, entre otros). Con las mascotas sentimos apoyo, amor y una lealtad incondicional que difícilmente es equiparable en los humanos. Y cuando mueren, perdemos todo eso y la vida que teníamos organizada entorno a ellas. Se produce una ruptura abrupta en la rutina y como en toda pérdida entramos en una situación de desconcierto. Perdemos esa parte de nuestra familia, a quien recurríamos en momentos difíciles o cuando simplemente necesitabamos cariño. Perdemos mucho más que un animal y eso duele. ¿Por qué?, porque el dolor no va asociado a qué se pierde sino a la relación que habíamos establecido con ellas.
La investigación ha demostrado que la muerte de una mascota puede ser tan dolorosa como la muerte de una persona, sin embargo, la respuesta social ante ésta aún sigue siendo distinta. Es momento de que como sociedad avancemos en la respuesta, apoyo y respeto ante la muerte de los animales especialmente con los que hemos generado un vínculo afectivo.
Todos los que tenemos mascotas deberemos afrontar el duelo en algún momento de nuestras vidas. Pero, con el paso del tiempo, el dolor y la pena se alivian. Y, cuando llegue el momento, es posible que nos sintamos preparados para abrir las puertas de nuestro hogar a una nueva mascota necesitada de una familia que le brinde todo el amor que requiere.
En los próximos días en México se estará festejando el Día de muertos. Esa celebración en donde honramos a las personas que ya no están con nosotros, por qué no honrar también a aquellos animales que tuvieron un significado en nuestras vidas y de las cuales nunca nos olvidaremos.