Lampo, apodado “el perro ferroviario”, era un perro callejero que apareció en 1953 en la estación de Campiglia Marittima (Toscana, Italia) a bordo de un tren de mercancías. El jefe de estación Elvio Barlettani decidió adoptarlo, a pesar de, con eso, romper las reglas.
El perro se encariñó con la hija de Barlettani, hasta el punto que la acompañaba cada mañana a tomar el tren hasta la ciudad de Piombino, donde la niña estudiaba, pasaba el día en dicha ciudad y la esperaba de nuevo en la estación para tomar el tren de regreso a casa.
A los superiores de Barlettani, sin embargo, la situación no les hacía gracia y metieron a Lampo en un tren de mercancías en dirección a Nápoles.
La sorpresa fue que en pocos días el perro logró volver a la estación a bordo de un tren. Barletanni se lo confió entonces a un amigo suyo que vivía en Barletta, en el extremo sur de la península, pero al cabo de cinco meses Lampo logró regresar de nuevo. Ante tal proeza, sus jefes se resignaron y el perro se convirtió en la mascota de la estación. Por extraño que pudiera parecer, Lampo aprendió a orientarse en la red ferroviaria italiana y empezó a tomar trenes por su cuenta, logrando regresar siempre al lugar de origen.
En 1961 murió atropellado por un tren de mercancías mientras cruzaba las vías. Su cuerpo fue enterrado en un jardín de la estación y se hizo una estatua en su honor.
Lampo significa “Relámpago” en italiano. Nada mal para un perrito que disfruto ser viajero.
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